Hay sueños que se recuerdan toda la vida, están hechos de un material distinto al de los demás sueños. Son inspiradores, relajan, ilusionan y nos muestran otras realidades que, quizás, sean paralelas.
Recuerdo uno de esos sueños -sólo si los lectores lo desean otro día les contaré otro. De noche tras el cristal de mi casa, una gran luna llena iluminaba un lago enorme en frente de mi edificio. Ese lago, que durante el día era disfrazado por un solar desierto, despedía una tranquilidad y paz infinita. Sobre él surcaban airosos delfines que hacían contraluz sobre la luna y grupos de personas paseaban por la orilla de una medianoche mágica.
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