El director de la publicación Discovery Salud deja bien clarito lo que piensa sobre el actual sistema sanitario. Sin pelos en la lengua. Señalando "las mano" que realmente sostiene nuestra salud. De la mente al teclado de su ordenador. Que cada cuál saque sus propias ideas al respecto.
Los desvaríos del Ministerio de Sanidad
En el ámbito de la salud es igual quién gobierne en España: al frente
del Ministerio de Sanidad siempre se designa a alguien que termina
estando al servicio de los grupos de poder, muy especialmente el de las
multinacionales farmacéuticas. Así que la posibilidad de que la sociedad
acceda algún día a médicos y servicios de salud realmente eficaces y
curativos en lugar de paliativos y iatrogénicos es nula. ¿Que ello lleva
a la desesperación a millones de personas, ignorantes de que se les
está engañando? No importa. ¿Que ello lleva a la muerte sólo en nuestros
hospitales públicos a más de 400.000 personas cada año mientras son
“tratadas” de esa manera (morbilidad hospitalaria española según el
Instituto Nacional de Estadística)? No importa. ¿Que los médicos
empiezan a ver desesperados cómo cada año la industria se inventa nuevas
enfermedades para así poder vender fármacos “específicos” para ellas
–una auténtica burla en realidad- y en estos momentos es ya tal la
cantidad de patologías existentes –miles- que ni los propios galenos se
saben sus nombres y los síntomas que se supone les caracteriza siendo
por ello incapaces de identificarlas y, por tanto, de afrontar el
problema de sus enfermos?
No importa. ¿Que la industria ha decidido dada
la imposibilidad de curar con sus fármacos una sola de sus inventadas
enfermedades hacer negocio alegando que sí puede prevenirlas
comercializando para ellas todo tipo de vacunas que dar a las personas
sanas? No importa. ¿Que esas vacunas no previenen nada porque jamás una
sola vacuna ha demostrado prevenir una sola enfermedad? No importa. Y
retamos públicamente a los colegios médicos, a los laboratorios y al
Ministerio de Sanidad a que nos entreguen la documentación científica
que prueba que al menos una sí lo logra. Que nos demuestren que hay una
sola vacuna que previene alguna enfermedad. La que sea. Es más, les
retamos a que nos demuestren que el VIH existe y es la causa del SIDA. Y
que los tratamientos oncológicos oficialmente aprobados y de obligado
uso en los centros públicos previenen o curan el cáncer. O que una sola
de las drogas usadas por los psiquiatras previene o cura alguna de las
inventadas enfermedades psiquiátricas. O que conocen siquiera un solo
fármaco que prevenga o cure alguna de las llamadas enfermedades crónicas
y degenerativas; y nos da igual si es un fármaco para el parkinson, el
alzheimer, la ataxia cerebelosa, la esclerosis múltiple, la
fibromialgia, la fatiga crónica, la psoriasis, el lupus eritematoso, la
sensibilidad química múltiple o cualquier otra de las miles de
enfermedades hoy catalogadas. Es más, que nos demuestren que hay un solo
fármaco realmente eficaz que prevenga o cure cualquiera de las
“enfermedades” más simples: el resfriado, la gripe común, el acné, una
rinitis… No podrán porque no existen tales fármacos. Nada de lo que
hemos comentado pueden demostrarlo científicamente. En cambio sí está
científicamente constatada la enorme peligrosidad de casi todos ellos:
incluidas las vacunas con las que irresponsablemente se inocula a los
bebés y los niños. Luego, ¿qué está pasando? ¿Cómo es posible que los
médicos sigan haciendo el juego a la mafia que dirige un sistema
sanitario tan podrido como el implantado por quienes controlan el
negocio mediante testaferros en la OMS, las agencias internacionales de
presunto control de fármacos, los ministerios de Sanidad, los colegios
médicos y las facultades de Medicina? Y, sobre todo, ¿cómo es posible
que se mienta una y otra vez públicamente sin que a nadie le pase nada?
¿Cómo es posible que se haga el juego a empresas que en las últimas
décadas han sido llevadas a los tribunales en innumerables ocasiones por
graves delitos con resultado de millones de víctimas -entre ellas
decenas de miles de muertes- cuyos dirigentes no están en la cárcel
porque el podrido sistema político-judicial occidental les permite
comprar con dinero su inpunidad? Que el Ministerio de Sanidad, Política
Social e Igualdad diera a conocer el pasado mes de diciembre un informe
diciendo por ejemplo que sólo “unas pocas” de las llamadas terapias
naturales “han demostrado su eficacia en situaciones clínicas concretas
mediante la aplicación de métodos científicos” es una burla. Porque ni
uno solo de los fármacos que el ministerio ha aprobado ha demostrado
científicamente prevenir o curar una sola patología. Es más, ¿cómo
permite el ministerio por ejemplo que haya médicos que digan que los
productos homeopáticos no sirven para nada cuando tienen hoy la
consideración de fármacos y su venta está restringida a las farmacias?
Si no sirven para nada su venta es una estafa y debería procesarse de
inmediato a quienes los fabrican, los comercializan y los distribuyen
pero sobre todo a los médicos que los recetan, a los farmacéuticos que
los venden y a los responsables sanitarios que los han aprobado. ¡Todos a
los tribunales! Y si no procede… ¡que se lleve a los tribunales a
quienes se burlan de ellos por intentar engañar gravemente a la
población! La verdad es que vivimos una situación esperpéntica. El
Ministerio de Sanidad debería replantearse en serio la eficacia de los
tratamientos y productos que financia el estado. ¡Ya está bien de
despilfarrar miles de millones de euros en productos iatrogénicos que ni
previenen ni curan nada! Es hora de que alguien ordene que se revise lo
aprobado hasta hoy. Es indignante que se exija un comportamiento ético a
todo el mundo… y se obvie a los agentes involucrados en el “negocio de
la enfermedad”. Hay que regenerar urgentemente el putrefacto sistema
sanitario a nivel mundial pero para eso debemos empezar haciéndolo
nosotros en nuestra propia casa. Es cada vez más urgente.
José Antonio Campoy
Director
Director
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