Todo el mundo en su vida tiene una misión, independiente de aspectos religiosos, culturales o filosóficos, la persona debe creer en algo, debe buscar y encontrar la felicidad, la paz y la armonía que le permite ser libre.
Una de las cosas que permite la paz espiritual y emocional es ver más allá del bosque y discernir que nuestra misión no es sólo para con nosotros mismos sino para con los demás amigos, familia y por qué no, la humanidad. Algunos lo llaman fama, pero la fama es efímera. Pero el entramado que imbrica cada una de nuestras vidas, invisible para ojos humanos, es tan fino y sutil que la muerte, vida o soplo de una persona puede cambiar el mundo.
El legado que aportamos a nuestro entorno, al mundo que vivimos puede ser en forma de buenas relaciones con nuestra gente que les permita ser personas estables y felices en la vida, donamos un legado importante en forma de educar a nuestro hijos y preparar a potenciales presidentes de gobierno, médic@s, abogad@s, fontaner@s, panader@s o am@s de casa y que a su vez fomenten la paz y armonía en su relación con los demás. No hay nada más brillante que el ser que despide luz y da paz aunque sea un minuto a la persona que tiene a su lado, le regalas un buen día.
La reflexión de esta entrada, un curso que impartes o recibes, el pasar un buen día con tu familia es todo un legado, porque sirven de experiencia, de recuerdo maravilloso. Somos lo que somos por lo que nos legan las personas con las que convivimos y relacionamos. Nos dan experiencias maravillosas que nos pueden permitir no cometer los mismos errores y evolucionar de tal manera que podamos disfrutar una vida distinta.
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